Cartas marcadas
Puedes fingir todo el día.
Hacer como que sí.
Cumplir con una rutina en la que no crees, como si lo hicieras.
Puedes hacer como que no esperas nada diferente. Nada más.
Virgencita, virgencita, que me quede como estoy.
Puedes responder «bien», cuando te preguntan qué tal.
Cerrar los ojos fuerte, esperando que al abrirlos sea verdad.
Hablar de nada.
Jugar contra cartas marcadas.
Besar sin ganas.
Pero, ¿sabes?
Llegará un momento en el que todo apriete y ahogue.
En el que duela el tiempo perdido.
Y quieras creer.
Esperar más.
Estar bien, de verdad.
Una mano ganadora.
Un beso de película.
Acostarte cada noche diciendo «joder, qué bien».
Créeme.
Si todavía no ha llegado ese momento, llegará.
Pero tienes que echarle cojones.
Porque si no, quizá no te atrevas a mirarlo de frente.
Y sigas fingiendo todo el día.
Haciendo como que sí.
Perdiendo la partida.
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