No te falta tiempo, te sobran excusas
Hace mucho que no escribo. Sin embargo, escribir es una de las cosas de las que más disfruto en esta vida. Cambia el verbo por algo que te apasione. ¿Te suena?
Vuelvo a mi ejemplo, que no era para adornar. Este tema estaba entre los previstos y, de repente, he sido consciente de que lo estaba viviendo en todo su esplendor en propias carnes. Veamos. La periodicidad de este blog estaba planificada como semanal, pero había semanas que no encontraba tiempo para escribir (ejem). De vez en cuando eran dos seguidas. Esta última vez, ha pasado más de un mes desde mi última entrada. Sin embargo, este blog es uno de mis proyectos más queridos, una de mis mejores formas de cumplir con mi propósito de vida. ¿Qué pasa, entonces?
Pasa que nos come la rutina. Rectifico. Que dejamos que la rutina nos coma. Más. Que nos metemos en la boca de la rutina y le pedimos que nos coma. Renunciamos ‘voluntariamente’ a hacer cosas que nos apasionan, que nos llenan, porque implican salir del piloto automático, un esfuerzo que nuestra parte más terrenal pocas veces está dispuesta a hacer. Porque implica romper la cadena de las obligaciones y los pensamientos y acciones lineales, para pensar y hacer otra cosa, una cosa que nos gusta pero que nos exige, que nos da pero que también nos pide.
Y, al final, siempre encontramos el parapeto perfecto en la excusa de ‘no tener tiempo’. Nos escudamos en las obligaciones laborales, familiares, en las de la casa, la compra, los niños, los favores, los quehaceres del día a día. Y te dices, no escribo, no leo, no hago ese deporte que me gusta, no pinto, no toco ese instrumento, no viajo, no cocino mis cosas favoritas, no bailo, no aprendo ese idioma que quiero, no paseo tranquilamente, no paso tiempo sol@, no diseño, no nado, no [lo que sea], porque no tengo tiempo. Pero, ¿cuánto de verdad hay en esa afirmación? ¿Cuánto realmente crees que sería imposible sacar un rato para dedicarte a hacer eso que tanto te gusta? Si lo piensas honestamente, probablemente la respuesta te de un capón. Un ratito, por pequeño que sea, siempre lo hay.
También está la variante ‘porque no tengo dinero’, pero es más de lo mismo. Si haces cuentas del dinero que te gastas en tantas otras cosas que no te aportan y de las que podrías prescindir (sí, podrías), te das cuenta de que podrías afrontar pequeñas o grandes inversiones en tu pasión/es.
Sacamos tiempo (y dinero) para muchas cosas que no nos apetecen, pero que creemos que estamos obligados a hacerlas. Muchas de ellas, ni siquiera es real esa obligación, solo cumple protocolos sociales. Pero cuando tenemos que sacarlo para nuestras pasiones, como contamos con ese margen que da saber que no estamos obligados, nos rezagamos. Ya mañana, o pasado, o cuando tenga un rato. O, en el caso de las cosas que requieren cierta inversión, cuando ahorre. Y así, pasa el tiempo renunciando a hacer esa cosa, o esas cosas, en las que realmente sentimos que nos merece la pena invertirlo, porque nos llenan de bienestar y plenitud. Otra cosa no, pero sabotearnos nuestra propia existencia, se nos da la mar de bien.
Por eso yo quiero comprometerme a escribir más. Por eso te invito a que te comprometas a hacer más eso que tanto te gusta y que tan poco haces. Olvida el tiempo, no es verdad. Relativiza el dinero. Si quieres, puedes. Si estás dispuesto a pagar ese precio, el de salir del piloto automático, el de renunciar a las obligaciones impostadas, el de darle a tu pasión el esfuerzo necesario para recibir el bienestar que te da de vuelta, puedes. Sin látigos, sin deberías. Simplemente pregúntate cuánto quieres hacer eso y, si la respuesta es mucho, hazlo. Cuando quieras, cuanto puedas y sin presión. Pero hazlo.
[…] verbos contigo. Y unos cuantos más. Es muy fácil que te olvides de esos ratos dedicados a tus pasiones unipersonales. Y eso, por más que compartir esta vida con otros sea un gran regalo, es algo que […]
Si quieres, puedes….esa es la cuestión. No hay más…… Grande Elena.