Comunicación: una liberación infravalorada
El ser humano es el único animal al que se le otorgó la capacidad de hablar y, sin embargo, como despreciando el regalo, es el que arrastra problemas de comunicación en todos sus ámbitos.
Y es que lo cierto es que es difícil encontrar una empresa, una pareja, una familia, cualquier tipo de relación humana, en donde no existan problemas de comunicación. Siempre es una de las espinas -no siempre la más importante, pero casi siempre presente- que está clavada sin que ninguna de las partes haga cuanto estaría en su mano por arrancar y permitir la sanación del pinchazo.
Pasamos gran parte de nuestra vida, sumando todas las cosas que no decimos, todas las que no nos dicen, incomunicados. Cayendo en el peligroso mundo de las hipótesis y las suposiciones, de las emociones que derivan de cómo pensamos que son las cosas, aunque muchas veces sea un pensamiento alejado de la realidad.
Nos conformamos con nuestra idea de lo que piensan los otros -respecto a nosotros, respecto a determinada situación o conflicto- aunque ese pensamiento nos hiera. Preferimos una idea errónea que nos lastra antes de ir de forma abierta y humilde a preguntar por la realidad de la otra parte. Que podría ser la misma, que tantas veces no lo es.
Nos castigamos privándonos de la verdad, castigamos a los otros privándoles de la nuestra. Somos cobardes para liberarnos preguntando y más cobardes aún para liberar a los otros contándoles nuestra parte ante conflictos o necesidades.
Malgastamos mucho tiempo haciendo hipótesis y arrastramos muchas cargas de las conversaciones que dejamos para siempre pendientes. Abrazamos la incertidumbre con tal de no enfrentarnos a algo tan humano, tan únicamente humano, como hablar.
Pero hablar libera. Hablar es justo, para nosotros y para los demás. Cualquier situación en la que haya una duda, un malestar, merece palabras. Merece el valor que debemos tener para ponernos delante de la otra u otras personas y soltar lo que necesitamos decir, pedir que nos hablen sobre lo que necesitamos saber. Para intercambiar opiniones o emociones. Para desbloquear situaciones, aunque no siempre conduzcan a un final feliz. Pero es que la liberación llega con el acto de comunicarse en sí mismo, independientemente del desenlace de la comunicación.
Y así, comunicándonos, no acumulando montañas de palabras enquistadas, no aturdiéndonos con las ideas sobre las palabras no pronunciadas de los demás, es la única forma que tenemos de ser libres, de no vivir siendo esclavos de los silencios forzados que nos ahogan, de los pensamientos errados que nos lastrarán. De no vivir despreciando este regalo.
Por justicia con nosotros, por justicia con los demás, debemos hablar. Debemos ser honestos, debemos ser valientes. Debemos ser humanos.
Muy bueno!! Estoy totalmente de acuerdo!!!
Gracias por tus artículos Elena, no tienen desperdicio, me encantan y me recuerdan cosas que ya sé y que he olvidado
Besos