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Maestros involuntarios: ¿Por qué esas personas?

¿Cuántas personas crees que sobran en tu vida, de esas que te la complican? ¿Cuántas crees que te faltan, de esas que se marcharon sin tú quererlo? ¿Y si te dijese que no sobra ni falta ninguna? ¿Y si todos fueran maestros?

Desde una perspectiva terrenal, del día a día, por supuesto que daríamos lo que fuera por no tener que soportar a aquellos que nos causan rabia, malestar, [elige la emoción con la que te identifiques]. Y que daríamos aún más por que no nos faltase ninguna de las personas que un día decidieron salir de nuestra vida y cuya ausencia nos desconcierta y/o entristece. Pero, si miramos más allá, desde un prisma más abierto, más elevado, podemos entender las presencias y las ausencias, y la forma en la que éstas se produjeron, como oportunidades de crecimiento y aprendizaje. Y, desde ahí, todas son bienvenidas y bien despedidas.

Toda persona que entra en nuestra vida viene con un propósito debajo del brazo. Muchas veces, este propósito nada tiene que ver con el primero que parece, ni con el último, si nos quedamos en la superficie. Nada tiene que ver con lo que perciben nuestros sentidos y nuestras emociones básicas. Todos vienen a enseñarnos algo, algo que tenemos que aprender sobre nosotr@s mism@s, sobre nuestra manera de vivir para Vivir desde la sabiduría, la paz y el equilibrio.

¿Pero cuándo se considera que una persona entra en nuestra vida? Cuando invertimos en ella parte de nuestra energía. Positiva o negativa. Cuando nos despierta algún tipo de emoción, igualmente para bien o para mal. Cuando le dedicamos, aunque sea mentalmente, parte de nuestro tiempo.

Conocidos, amigos, amigos de, parejas o proyectos, amantes, jefes, compañeros. Incluso familiares. Todos, si aprendes a reconocerlo, son maestros. Maestros involuntarios, que no vienen con la lección aprendida para darte una clase magistral. Ellos casi nunca sabrán lo que vinieron a enseñarte. Solo tú, cerrando los ojos, sabrás verlo. Y no esperes siempre siempre grandes cosas. Algunas traerán solo una impercetible brisa que, bien aprovechada, también virará tu rumbo hacia ti.

Cuando una situación se repite una y otra vez, solemos aludir a la mala suerte. ¿Por qué me tiene que pasar a mí esto siempre? ¿Por qué siempre doy con el mismo tiempo de personas? ¡Qué mala suerte! La respuesta es sencilla: simplemente porque tienes que aprender lo que hay detrás de esa situación, de esa persona, de lo que vivas con ella.

Y es que la vida nos pone delante exactamente a las personas que necesitamos, que nos llevan a las consecuentes situaciones que asimismo debemos atravesar, para acercarnos más a nosotros mismos. Unos se quedan, y con ellos aprendemos a vivir a través del amor (en su sentido más amplio) y de la alegría. Otros no vienen a quedarse, no es su función. Unos se van en silencio y otros arañando. Otros se quedan durante más tiempo del deseado. Pero si en vez de pensar ¡Qué mala suerte! aprendemos a mirar con ojos de ¡Qué interesante! ¿Cuál será el propósito de esto? Esa persona, esa situación, se convertirán en un tesoro.

No te permitas nunca que una persona entre, esté o salga de tu vida sin crecer con ella. No cargues con los comportamientos que, desde la superficie, no entiendes. No sufras ni te hagas responsable de las faltas de consideración o comunicación. De la inmadurez o la impostada supremacía. No te quedes con los comportamientos injustos, con los gritos o los silencios. No te lleves las malas caras, ni las palabras fuera de lugar. No te quedes con el amor que no te dieron, ni con el que sí. Todo ello es parte de tu plan de aprendizaje. Todo ello fue, es y será necesario para que sigas conociéndote y perfilando tu mejor versión, la más auténtica, la más sabia.

Y, solo desde ahí, podrás disfrutar plenamente de las personas que, además de para enseñarte, vinieron para quedarse.

Esta entrada tiene 3 comentarios

  1. Cuánto nos queda por aprender…cuánto emanas para enseñarnos desde esa perspectiva de sacar lo mejor de cada persona, de cada momento y situación, para vivir en armonía y paz. Gracias!

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