Propósito de vida, el objetivo más necesario
A lo largo de la vida nos marcamos muchos objetivos. Unos más ambiciosos, otros menos. Unos a corto plazo, otros a medio o a largo. Vamos poniendo la vista en ese futuro en el que esperamos alcanzar esas metas que, nos parece, siempre nos satisfarán y nos harán ser felices una vez que la hayamos conseguido.
Sin embargo, cuántas veces (¿todas?) la satisfacción primera asociada a la consecución de una meta, pronto se desvanece y lo que un día fue una deseada aspiración, se convierte de repente en algo que, en nuestro poder, ya carece de importancia, de grandeza y, lo peor, de la capacidad de hacernos sentir felices.
Por un lado están los objetivos sociales -la mentira colectiva-, esos que aprendimos que debíamos marcarnos. Desde niños, por todas partes. Nos hablaron del éxito bajo un mismo prisma. Objetivo familia feliz, trabajo bien remunerado y con gran responsabilidad, un coche a la altura, una casa en propiedad. Universidad, carrera profesional. Marido y mujer, hijos. La casa, con piscina mejor. Y dinero, que sobre. Que no falte, que venga aunque sea gracias a prostituir nuestro talento y los sueños reales que no nos atrevemos a soñar.
Por otro lado están los objetivos personales. Que suman a los sociales algunos otros ligeramente más reales, más propios, más sanos. Objetivos con sabor a elegir que, sin embargo, marcamos casi siempre desde el miedo y la prudencia. No vayamos a estar soñando por encima de nuestras posibilidades. E intentamos encajarles en la vida que nos creamos en base a los primeros. Y a veces encajan, y a veces no. Y a veces seguimos intentándolo, y tantas veces desistimos.
Y, más allá de todos estos objetivos, está el propósito de vida. Aquello que se esconde y predomina sobre todo lo demás. La razón por la que hemos venido a este mundo, aquello que nos palpita y nos hace sentir que la vida, con o sin todos los otros objetivos cumplidos, tiene sentido. Que, independientemente de lo que suceda, estamos en nuestro camino, haciendo lo que hemos venido a hacer, para lo que el Universo nos eligió a nosotros en aquella frenética carrera por existir.
Descubrir este propósito debería ser el primer e innegociable objetivo de cada persona. Cuántas mueren, sin embargo, sin descubrirlo o llevarlo a cabo. Porque el ruido, el miedo, los objetivos en los que perdemos la vida, tiran fuerte, mucho. Y a veces, tantas, vencen. Descubrir este propósito es el proceso más personal e introspectivo que viviremos nunca, el más real. Un propósito que no se basa en nada más que en la pasión, en la pulsión de nuestro Ser verdadero. Es lo que aúna la energía, las emociones y lo mental. No tiene reglas ni escalas de excelencia. Todo propósito es excelente, si es el de verdad. Si nos hemos sido sinceros, si nos hemos liberado del miedo, del ruido, y hemos descubierto quiénes somos y qué queremos aportarle al mundo en nuestro paso por él.
Cuando mueras, ¿qué te gustaría que pusiera en tu hipotética esquela? ‘Tu nombre’, que dedicó su vida a…/que fue un(a) gran… Piensa grande, sueña fuerte, responde honestamente. Desde todo tu Ser. El final que te apasiona para terminar esa frase, probablemente sea la pista definitiva. Atrévete.
Gracias!!!?
Una vez más, gracias por transmitir tanto, por hacernos remover sentimientos, por despertar pasiones adormecidas.
Simplemente genial. Gracias una vez más por ayudarnos a reflexionar y a crear más consciencia desde la profundidad de tus palabras… gracias.
Gracias Elena, cada día mas trans, cada día más consc, cada día mas resp.
Un beso